
“La docencia es una labor para toda la vida. Uno nunca deja de ser maestro, ni aunque se jubile o cambie de profesión”, afirmó el ahora jubilado, Leopoldo Moreno Herrera, “Polo” como lo conocieron sus alumnos, tras poco más de 36 años de estar al frente de las aulas de clase en el Benemérito Instituto Campechano.
El profesor “Polo” Moreno, como se presentó por casi cuatro décadas en cada ciclo escolar, atendió el llamado de Por Esto! con la misma calidez que ha entregado a miles de estudiantes durante su tiempo al frente de las aulas, para contar su historia.
Con voz serena y pausada, “Polo” recuerda su primer día como maestro en el Instituto Campechano, cuando una amiga llegó a su consultorio para pedirle el favor de ser su suplente; sin embargo, reconoció que estuvo encantado con las actividades que realizaba al frente de los salones.
Recalcó que durante su época de docencia dedicó gran parte de su vida para instruir a alumnos de nivel medio superior, a los que consideró un “reto”, debido a que no todos llegaban con los mismos conocimientos, por lo que tenía que regularizarlos por igual.
Durante sus clases nunca usó tecnología sofisticada, ni necesitó de proyectores, su método fue simple, pero infalible, hablar desde el alma: “El secreto no está en los libros, sino en hablarle a los chicos y explicarles la materia, incluso darles un consejo”, dijo mientras recordaba sus años activos.
Con un tono de voz que denotaba nostalgia, reconoció que cada generación que pasó por sus clases dejó una marca en él, como él la dejó en ellos, donde incluso, algunos hoy son médicos, arquitectos, obreros, madres y padres que cuando lo ven en la calle no dudan en decirle: “Buenas tardes, profe”.
En tiempos de cambios tecnológicos donde la preponderancia de las pantallas es casi inevitable, su historia es un recordatorio viviente de que la educación no solo puede medirse en calificaciones, sino en huellas, y las suyas, sin duda, están marcadas en generaciones enteras.
JY