José Iván Borges Castillo*
Impresiones de viajero
La antigua villa próspera del noreste yucateco, tierra linda donde anida la tradición, donde la historia de Yucatán tiene capítulos especiales, tierra de la devoción a la Virgen Inmaculada, de ganadería, de trabajo y de pintoresca composición.
Guardo en mi memoria mis épocas de estudiante del Colegio de Bachilleres, y aquel compañerismo que tuve en sus aulas. Cada año, al comenzar el mes de enero, es la ilusión expectante la de ir a la famosa vaquería y el domingo de fiesta, todo esto de añeja tradición.
El origen de Temax se pierde en la densa bruma del tiempo pasado, el Chilam Balam de Chumayel refiere: “Y llegaron a Ti Maax. Allí se magullaron a golpes unos a otros los guerreros”. Aunque la cita dice Ti Maax, debe entenderse Temax, por la razón de mencionar antes Tikal por Tekal y después a Buc Tzotz por Buctzotz. Esta memorable cita, como venerable por el carácter de la sabiduría antigua del Mayab, nos revela algo ya manifiesto: el significado verdadero del nombre maya del lugar, como lugar donde se magullaron a golpes los guerreros y no el lugar del mono, como se ha repetido en incontables ocasiones desde el siglo XIX. Es el nombre del pueblo lo que nos habla del origen maya del lugar.
En su obra Etimologías Mayas, publicado en Mérida en 1912, Manuel Rejón García asienta: “Debió ser origen de este nombre indígena maya Maax mono, aplicado a un individuo, pues como se ha visto en los apellidos Can, Mis, Hub, Sodz, Cutz, Dzul, Balam, etc., nombres de la forma peninsular, sirvieron a menudo a los naturales para designarse entre sí”. Sobre el mismo asunto, el maestro Santiago Pacheco Cruz señala: “Temax, lugar de monos, por derivarse de las voces te, telá lo sabido ya y maax mono, mico”. Siguiendo esta idea, Alfredo Barrera Vázquez expone Temax como “Allí donde está el mono”. Nosotros damos mayor credibilidad al Chilam Balam de Chumayel del lugar donde se magulla, pero debemos entender que los mencionados maestros poco o nada conocieron del contenido preciso del célebre Chilam Balam de Chumayel. ¡Hasta el escudo municipal de Temax tiene la divisa de lugar de monos! Ojalá se repare este error.
Recuerdo bien esas casas antiguas, alguna ya perdida, de especial aire colonial, que rodean las plaza principal, algunas fueron de la huerta del antiguo convento franciscano. Toda la fisonomía que hoy reviste este poblado yucateco, se ha fraguado en los siglos de vida y de su historia.
Primero fundado como pueblo maya, de familias campesinas, comenzó la primera gran etapa de su consolidación prehispánica. Estaba bajo el cacicazgo de Ah Kin Chel, y su batabil lo poseía la familia Ek, para 1562, tan sólo dos décadas después de la conquista, estaba gobernada por el cacique Pedro Ek. Luego llegaría la conquista por parte de las tropas españolas, este pueblo será de los primeros en ser reconocidos por la tropa de los Montejo en sus pasajes de llegadas a Dzilam, en sus primero intentos de conquista.
Fue dado desde el primer gran repartimiento a un soldado veterano de la tropa hispánica, a Juan de Sosa, como encomendero en 1542, pero muerto éste, en breves años, pasó a manos de su hijo Juan de Sosa Velásquez, luego a manos del nieto Bernabé de Sosa en 1606, y muy posteriormente pertenece a Juan de Villareal Alosa, pero ya en 1639. Las encomiendas eran una verdadera cadena de penalidades, todo desembocado en el pago de los tributos a la Corona, una reproducción del señor feudal.
El rayo de luz, la cristiandad, la aliada en la empresa de conquista del Nuevo Mundo y la que daba legalidad a la presencia de los españoles en estas tierras, también asentó sus reales, para 1550 se tiene ya la presencia de curas de la Inquisición asentados en Temax. Pero será la Orden del seráfico San Francisco la que bautizó a los naturales y al pie del altar de la Santa Cruz bendijo la unión de sus nacientes familias. Ellos, los franciscanos, trazaron las calles del pueblo, ellos levantaron su primera iglesia y comenzaron a impartir los sacramentos y la doctrina del catecismo. El venerable templo, actualmente parroquia secular, es una obra sacada de sus cimientos cuando se verifico la erección del convento francisco en 1591, y aunque la obra de edificación comenzó en ese año no concluyo sino hasta 1616, con techo de huano y demás desperfectos que no se concretaron sino hasta la segunda década del siglo XVIII. Los frailes fueron retirados de Temax en 1755 aproximadamente, y quedó en manos del clero secular como hasta ahora pertenece.
La historia de la Iglesia en Temax es sumamente interesante, tuvo entre sus curas párrocos a grandes sacerdotes en el siglo XIX, como a Manuel Jiménez Solís, célebre sanjuanista que pugnó por la independencia nacional. Al padre José Manuel Pescador, quien vio azotar por cientos de muertes a su parroquia tras la cólera morbo, hasta el feliz nacimiento en 1841 del temaxeño cura don Lorenzo de Bozada y Acosta, que habría de ocupar el cargo de vicario general de la Diócesis de Yucatán en 1900 tras la muerte de Mons. Crescencio Carrillo y Ancona. Ya en la segunda mitad del siglo pasado, fue sede parroquial del siempre apreciado sacerdote Avelino Carvajal López.
La historia de Temax en la Epoca Colonial, se pierde sin más relevancia de orden en la cuestión demográfica que sube y baja, según el ritmo de mortandad, epidemias y demás males que afectaban. Y en el orden religioso, que aparece ya tener una cofradía dedicada a la Inmaculada Concepción para 1782, antecedente de su fiesta tradicional. Al inicios del siglo XIX todo será en la aurora de la Independencia nacional, en ese entonces ya contaba con su casa real o audiencia de indios de amplio corredores al frente, tal y como luce actualmente el frente del palacio municipal. Un viajero estadounidense, de nombre John L. Stephens, visita el pueblo de Temax en 1842, y en su bitácora de viaje nos dejó sus impresiones, de donde sacamos estas líneas: “Tiene una hermosa plaza grande, iglesia y convento, y una casa real de piedra con un ancho corredor en el frente, bajo el cual la guardia se estaba meciendo en sus hamacas”. Esa valiosa descripción nos hace referencia y nos pinta lo próspero que era entonces ya el pueblo, prosperidad que continuaría en el devenir de las décadas que le siguieron, con el negocio del henequén creciendo, rodeara a Temax de las más prosperas haciendas de henequén y de ganado, como la que fue de los Condes llamada Las Torres de Peón, o bien conocida popularmente como Chenché de las Torres, cuyo dueño más distinguido fue don Alvaro Peón de Regil, Conde de Miraflores y Vizconde de Villanueva.
El año de 1898, que tiene el reloj público del palacio municipal, refiere el año de la erección de éste y no de todo el edificio que, como ya hemos leído, es mucho más antiguo.
Y aunque la Guerra de Castas también ocurrirá en la historia del lugar, las múltiples rebeliones militares y demás movimientos tendrán en Temax especial capítulo.
Luego las rieles del ferrocarril tendrán su estación en la entonces villa de Temax, inaugurado el 5 de mayo de 1897, con la presencia de los generales Teodosio Canto que profesaba especial afecto al pueblo de Temax, y que ocupara la gubernatura del Estado.
Hasta un periódico se editó en Temax, llamado El Tuxtepecano, patrocinado por el general Teodosio Cantón y aliados hacendados, en apoyo abierto a don Porfirio Díaz, entonces presidente nacional, esto en el año de 1897.
En esa estación del ferrocarril pasó don Felipe Carrillo Puerto huyendo al oriente a resguardarse de los soldados delahuertistas que querían acabar con su vida, como en efecto lo hicieron; ahí en Temax, cuenta la historia escrita por María Alma Sullivan, la Alma Reed, se despidió de sus amigos que hasta entonces lo habían acompañado, y partió con un muy reducido grupo de leales. ¡Lástima que se haya perdido aquella memorable estación!
De la revolución debemos mencionar al aguerrido cacique Pedro Crespo, de recio y bravo carácter, aliado socialista de pesada memoria, que se levantó en armas en Temax el 3 de marzo de 1911, a favor de Pino Suárez y contra las fuerzas de Olegario Molina Solís. La rebelión de Temax fue un evento muy sonado, y posteriormente el mentecato de Abel Ortiz Argumedo, que tras haber ahogado en sangre sus movimiento por el general Salvador Alvarado, había también huido a refugiarse a los montes temaxeños.
Pero no todo es rebelión, en Temax nació don Alvaro Peniche Castellanos en 1905, cuya sensible pluma nos dejara memorables poemas de corte modernista en su temprana juventud, y cuya obra condensa el libro El Canario Rubio, publicado hace unos años por la secretaria. Con tristeza, hay que reconocer que la obra de don Alvaro Peniche es desconocida en su pueblo natal.
En la tradición de Temax, destaca la famosa fiesta tradicional que tiene cabida en el mes de enero. Los orígenes comienza con un antiguo voto en favor realizado a la Virgen de la Concepción venerada, y en ese entonces patrona titular, del pueblo de Buctzotz. Esta sagrada imagen se le atribuye a Beatriz de Montejo, hija de Francisco de Montejo “El Mozo” y que fue encomendera de ese pueblo en 1573. Los abuelos temaxeños solicitaron llevarla a Temax en solemne procesión los días postreros del mes de diciembre, y comenzaron los traslados, que poco a poco se modificaron para las primeras semanas de enero. Lo cierto es que para 1862, la devoción se había hecho fiesta de baile de mestizos, corrida de toros, y feria en la plaza principal. Para la primera mitad del siglo pasado, eran famosas sus vaquerías, y hasta don Rubén Darío Herrera Martínez le compuso una jarana titulada “Violetas temaxeñas”. En el presente, la jarana titulada “Temaxeña”, del maestro Eufrasio Pech Santana, es la más representante, y se ha vuelto un himno al jaranero pueblo temaxeño.
En la actualidad, el municipio de Temax cuenta con poco más de siete mil habitantes, con su comisarías como Chucmichén, San Antonio Cámara, y los cascos de antiguas haciendas como San Dimas, San Felipe, Chenché de las Torres, Limbo, entre otras de largo mencionar. Su territorio está ocupado por prósperas estancias y ranchos ganaderos. El pueblo mantiene su tradición en el traje mestizo de sus mujeres que lo portan todos los días o que se engalanan en las noches de vaquería.
En el año de 1878, la Legislatura del Estado decretó que los ayuntamientos y juntas municipales unieran su nombre al de un célebre héroe nacional o del Estado, haciendo que éstos sirvieran de lustre o divisa. La Junta municipal de Temax acordó, en sesión extraordinaria, celebrada en ese mismo año, tomar el apellido de Allende, en honor de don Ignacio Allende, insurgente el más audaz, iniciador junto con el padre Hidalgo de la lucha por la independencia nacional. En el Archivo General del Estado, solamente hemos encontrado una hoja, al parecer la portada del acta donde se escribe su apellido de Temax de Allende.
En lo que respecta a su categoría de villa, al parecer lo dejó de ser entre los años de 1921 y 1922, y quedó en rango de municipio como hasta ahora se conserva con su Ayuntamiento de alcalde y regidores. Es muy probable que estemos en las vísperas del centenario de Temax como municipio libre y soberano.
De algo estamos cierto, es que falta escribir la historia del pueblo de Temax.
Mi gratitud al periódico POR ESTO!, cuya divisa de Dignidad, Identidad y Soberanía nos permite compartir estas cortas líneas.
*Escritor comunitario.
Unión de Escritores Comunitarios de Yucatán