La Selección Mexicana Sub-20 inauguró su participación en la Copa del Mundo de Chile con una actuación que combinó valentía, técnica y determinación al conseguir un valioso empate 2-2 ante Brasil, demostrando que los Guerreros Aztecas dirigidos por Eduardo Arce llegaron a territorio chileno con aspiraciones legítimas de protagonismo.
El conjunto mexicano demostró desde los primeros minutos que no venía a ser comparsa ante el tradicional poderío del fútbol brasileño. Al minuto 10, una jugada elaborada generó la primera oportunidad clara cuando Gilberto Mora ejecutó un centro preciso hacia el área del portero Otávio.
La conexión la encontró Tahiel Jiménez con un cabezazo certero que exigió al guardameta sudamericano, quien logró repeler el disparo inicial. Sin embargo, el rebote quedó perfecto para que Alexei Domínguez, extremo derecho de los Tuzos del Pachuca, apareciera con instinto goleador para definir con un disparo cruzado que abrió el marcador en favor de México.
La anotación de Domínguez desató una celebración emotiva donde Jiménez, el propio goleador y Diego Sánchez se fundieron en un abrazo que transmitió la emoción y unidad del plantel mexicano. Este momento reflejó el espíritu colectivo que Eduardo Arce ha inculcado en su equipo.
La alegría mexicana tuvo duración limitada, pues al minuto 21, Brasil demostró por qué figura entre los favoritos del torneo. Una jugada colectiva de manual involucró a Rayan Lucas, Bruno Alves, Rafael Barbosa Coutinho y João Cruz en una secuencia que culminó con Igor Serrote enviando un servicio al área.
El rechace deficiente de César Garza dejó el balón a disposición de Coutinho, quien no perdonó la oportunidad y empató el marcador con un disparo que evidenció la calidad técnica de la Verdeamarela.
Al minuto 77, Brasil logró tomar ventaja mediante una jugada que combinó fortuna y efectividad. Un saque de manos de João Cruz terminó rebotando en el área de Emmanuel Ochoa, donde Luighi aprovechó la confusión de Everardo López, Diego Ochoa y César Garza para anotar el 2-1 con un disparo que, pese a ser incómodo, resultó letal.
Lejos de rendirse ante la adversidad, los dirigidos por Eduardo Arce demostraron la mentalidad ganadora que caracteriza al fútbol mexicano en competencias internacionales. Al minuto 86, Gilberto Mora volvió a ser protagonista con otro centro milimétrico que encontró a Diego Ochoa.
El cabezazo de Ochoa evocó grandes momentos del fútbol mexicano, siendo comparado con la histórica anotación de Jared Borgetti ante Italia en el Mundial 2002. La precisión y potencia del remate dirigido al ángulo resultó inalcanzable para Otávio, estableciendo el empate definitivo que premió la perseverancia del Tri.