“Soy madre gracias a ti”: Hijas recuerdan a sus mamás fallecidas desde la maternidad

Para muchas personas el Día de las Madres es una fecha que duele en silencio, es un día que en lugar de celebrarse con flores, abrazos y palabras dulces, se vive desde la ausencia, el recuerdo y muchas veces entre lágrimas. Porque no importa cuántos años tengas o cuán fuerte parezcas, una madre siempre hace falta.

No importa cuánto se crezca, cuántos años pasen o cuántos retos se enfrenten, el corazón de una hija siempre buscará y le hará falta ese refugio de mamá, esa voz sabia que calma, la mano que acaricia el cabello o el hombro en los días duros. Madurar no significa dejar de necesitarla, si no que es darse cuenta cuando la necesitamos; la vida avanza, pero el anhelo de su abrazo permanece siempre.

En campeche la señora Dolores González lo vive así cada 10 de mayo desde hace 4 años que su mamá partió al mundo celestial. Con los ojos brillosos y el corazón lleno de memorias, cuenta que, el 10 de mayo o un día antes lo dedica a visitar el cementerio donde descansa su mamá.

—“A veces vengo sola a veces con mis hijas, me siento junto a ella, le limpiamos su tumba, le adornamos con flores frescas… y platico con ella. Es un momento de paz, porque me imagino que estoy con mi mamá. Para mí, es como un abrazo”, comparte con profunda emoción.

Otras mujeres como Guadalupe Caamal encienden una veladora frente a una fotografía en casa, le colocan flores, su comida favorita y hace una oración, son pequeños altares de amor que transforman el dolor en presencia simbólica, en memoria viva, porque la vida de los muertos dura mientras la memoria de los vivos exista. Porque aunque mamá ya no esté físicamente, su voz, sus consejos, su risa y su forma de cuidarnos siguen presentes.

La ausencia de una madre nunca se llena, y nunca se supera del todo. No importa si tienes 30, 50 o hasta 70 años, siempre hace falta ese abrazo cálido, ese "cuídate mucho" o "me llamas cuando llegues", ese platillo especial con sabor a hogar en los días importantes. Una madre se necesita toda la vida, incluso cuando una ya es madre, ya que para ellas es una fecha de sentimientos encontrados. Está la dicha de ser celebradas por sus propios hijos, el orgullo de haber formado un hogar. Pero en el silencio de la noche, cuando la algarabía se apaga, pueden encontrar ese espacio donde la ausencia grita.

"Una madre nunca deja de hacer falta", hay veces que se necesita llorar, desahogar el alma con alguien que siempre supo qué decir, alguien que compartía el café y la sobremesa, alguien que, con solo existir, hacía todo más tranquilo. Este 10 de mayo, el corazón de muchas hijas y muchos hijos está de duelo, pero también lleno de gratitud por lo que fueron, por lo que sembraron, por todo lo que aún queda de ellas en quienes las aman.

Un amor que nunca deja de florecer, aunque ya no haya quien responda al teléfono cuando se quiere contar un logro o buscar un consejo. Es el amor que sigue guiando, aunque solo en los recuerdos. Y, sobre todo, es el amor que se transforma en fuerza, en enseñanzas, en ese legado que ahora ellas mismas ofrecen a sus hijos.

A las mamás que están en el cielo, gracias por tanto amor. Y a quienes hoy las recuerdan con lágrimas en los ojos y flores en la mano, que sepan que el amor verdadero no conoce de despedidas.

JY