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Opinión

En el muelle con los empujadores

…“Sola, sola en el olvido/ Sola, sola con su espíritu/ Sola, con su amor el mar/ Sola, en el muelle de San Blas”… Así, estos días la anhelada paz para el Cercano Oriente puede ser descrita –para estar a tono– con el estribillo que popularizaron sus autores (Alejandro González y “Fer” Olvera) del jalisciense grupo “Maná”. De poco sirvió pactar un alto al fuego la mañana del martes 26 de marzo para intentar contener las hostilidades mutuas desencadenadas con el disparo en la madrugada del lunes 25 de un misil desde Rafah, en la Franja de Gaza (controlada por el grupo palestino Hammas que dirige Ismael Haniyeh) que alcanzó la comunidad de Mishmeret (al Noreste de Tel Aviv, Israel) causando 7 heridos.

Extraño, el ataque no lo reivindicó ningún grupo palestino, por lo que algunos lo consideraron un “error” en el bando árabe, mientras otros hicieron cábalas acerca de una escisión al interior del mando palestino, y algunos más vieron en él el intento de desahogar el malestar de los habitantes de Gaza con el liderazgo del movimiento Hammas por la depauperación de sus ya precarias condiciones de vida.

La represalia israelí demoró apenas unas cuantas horas. Instalaciones del Ministerio de Seguridad, de la presidencia del movimiento extremista y una base fueron reducidas a escombros en la localidad de Sabra. A lo largo del martes las partes en conflicto han seguido agrediéndose: misiles lanzados contra el Sur de Israel que ha respondido con ataques aéreos a instalaciones de seguridad. Los disparos de proyectiles contra localidades israelíes hicieron sonar las alarmas obligando a miles de personas a resguardarse en los refugios. Israel replicó bombardeando de nuevo instalaciones en Gaza. Un proyectil, lanzado desde Ascalon en la Franja, fue interceptado. La volatilidad hizo necesaria la tregua, pero duró poco y parece destinada al fracaso.

Tenía que pasar: la violencia causada por continuos intercambios de provocación y represalia que ha venido generalizándose y afectando a civiles de los dos pueblos está a punto de convertirse en guerra abierta. La vieja disputa entre los desplazados palestinos de la Franja de Gaza (bajo control de Hammas) e Israel, del rijoso y cuestionado ultraderechista Benjamín Netanyahu, y sus ocupaciones territoriales alcanza de nuevo niveles de alarma para la seguridad de la región, la estabilidad en el suministro internacional de petróleo y la paz del mundo. Por si no fuera suficiente el viernes 22 Donald Trump dejó entrever que Estados Unidos, en un giro a su política exterior, reconocería la soberanía de Israel sobre los 2 tercios que controla de los Altos del Golán, contrariando las resoluciones 242 (1967) y 497 (1981) de la ONU y estremeciendo de ira al mundo árabe. Habitada por los seminómadas drusos, la importancia estratégica del Golán se debe a la altura del enclave, observatorio fronterizo entre Líbano, Jordania, Israel y Siria; los recursos acuíferos y pluviales que posee y el hecho de servir a Israel como zona de amortiguamiento durante la guerra civil siria. El propio lunes 25 –día de las acciones bélicas entre palestinos y hebreos– durante la visita del premier judío a Washington, el presidente Trump firmó un decreto oficial reconociendo la soberanía israelí sobre los Altos del Golán cuya anexión por Israel en 1981 no fue reconocida por la ONU.

Sería demasiado ingenuo no suponer el cálculo norteamericano de los efectos que la medida tendría. Washington ha sopesado los riesgos y dejó de lado sus vacilaciones en un afán de reafirmar su influencia como factótum en la zona, luego de la creciente relevancia que la diplomacia rusa adquirió tras el desenlace de la guerra en Siria.

Tanto tensar la delgada cuerda de que pende en esa zona del mundo la inestable cotidianidad de esa pobre gente remecida por los vendavales de fanatismos religiosos y extremismos políticos, la está agostando, si se rompe será difícil prever cómo acabará el conflicto pero seguro proliferará el terrorismo, habrá incertidumbre en los mercados financieros internacionales y se disparará la venta de armas.

“¡Empujadores al muelle!” solían gritarse los muchachos cuando a punto de pasar de las palabras a los puños alguien azuzaba la gresca. La puja del ansia asesina y vindicativa avivada por los mayores exportadores de armas del mundo (Estados Unidos, Rusia, Francia, Reino Unido y China, pero igual por otros países de la Unión Europea que buscan “pasar agachados” vendiendo la imagen de pacifistas y pasando como neutrales que pontifican sobre derechos humanos –Alemania, España, Italia, Holanda; así como Japón, Turquía, Israel) juega, hipócrita, a los “embargos” por un lado, proscribiendo embarques a ese rincón de la Tierra, mientras prosiguen abasteciendo los arsenales discretamente.

En el súper tianguis de la muerte que incluye “escaparates”, pero igual el sangriento campo experimental de armamentos de última generación, e “islas” de compra y recompra como en cualquier centro comercial, el tráfico de armamentos novísimos, nuevos y seminuevos (como el caso de los 2 submarinos israelíes de fabricación alemana transferidos a Egipto, sin consulta y autorización previa del gobierno germano) prosigue febrilmente. El reconocimiento a la “soberanía” de facto sobre territorio ocupado a Siria en la “Guerra de los 6 días (1967)”, ha cumplido a cabalidad su objetivo de alborotar el avispero, exacerbando los ánimos y uniendo por primera vez en mucho tiempo a los países árabes en la condena a este acto contrario al derecho internacional, pero también a los que integran el Islam como Irán y Turquía que se suman a aquéllos, obligan a dejar de lado diferencias por competición hasta hace poco entre Arabia Saudita, el Consejo de Estados del Golfo y los Emiratos Arabes Unidos, con Qatar, de paso marcan una tregua entre sunitas y chiítas y diluyen los resquemores entre musulmanes y cristianos en Líbano, en una unánime condena y rechazo a este nuevo acto de agresión de la administración Trump (previamente reconoció a Jerusalén como capital israelí) y ya causó que Siria pida una sesión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU para atender el tema. ¡Qué sigue!

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