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Opinión

Sacudida en el avispero

Jorge Lara Rivera

No es que la Liga Arabe haya sido –nunca– muy atingente en cuanto a la cuestión israelita, ni eficaz, luego de la actualización del potencial conflictivo que entrañaba la creación del estado hebreo por la ONU con aval de las superpotencias, en un mapa tan complejo y absurdo para los dos estados (uno palestino y otro judío) y una ciudad internacional compartida (Jerusalén) que históricamente ha sido amarga manzana de la discordia, reclamada como exclusivamente suya por cada cual de las 3 grandes religiones monoteístas del mundo (Judaísmo, Islam, Cristiandad), especialmente tras la ‘Guerra de los 6 días’, en 1967. Su cerrazón primero, su ira consecuente, el encono después, y la frecuente intransigencia frente a la realidad que suscitaran con ello, exigiendo el cumplimento de las resoluciones de la ONU relativas a las fronteras originales que sus mismos integrantes repudiaron desencadenó un desastre humanitario y acrecentó la injusticia.

Pero esta vez le asiste razón ante la barbarie que prepotente proclama el necio candidato de la derecha judía de resultar ganador en los próximos comicios. Benjamin Nethanyahu trabaja para su soberbia obsesiva pero contra los intereses del pueblo que lidera. Aunque reticente, hasta Estados Unidos, su mayor aliado ha tomado distancia en el asunto. El tema de la anexión de “Judea” y “Samaria” –así designa el conservadurismo derechista al Valle del Jordán–, donde se encuentra ‘Gaza’– territorio al que se ha reducido a la población árabe desplazada de los territorios ocupados durante la prolongada conflagración árabe/israelí y a los refugiados palestinos del protoestado que se les ofrecía al sumar al espacio de la Cisjordania, cedido por Jordania (antigua Transjordania) con apoyo de Egipto; era un ritornello, una ambición latente demandada por los sectores más acedos del judaísmo y la distorsión del ideario sionista. Esos terrenos no eran mucho pero fueron la base del entendimiento de los primeros acuerdos de Campo David y para el reconocimiento de la Autoridad Nacional Palestina emergida del desarme de la OLP y el cese al fuego de Al Fatah. Abrió esperanzas de paz para la zona y para el mundo que a menudo y en lugares distantes de la hoguera se vio herido por esquirlas del sangriento diferendo. Pero la anexión unilateral de Jerusalén, su declaratoria de capital histórica irrenunciable y los asentamientos judíos en los territorios ocupados contravienen aquellos compromisos y vuelven casi intransitable el camino de la diplomacia. Israel encara de nuevo la rivalidad con sus vecinos (las continuas violaciones al espacio aéreo de Líbano, las incursiones agresivas contra objetivos en Siria) y países menos próximos pero que ahora son mucho más virulentos, están mejor pertrechados y sedientos de venganza. (Como la teocracia fanática de Irán y el gobierno islamita de Turquía, cada cual por su lado).

En su desesperación por tratar de frustrar los planes iraníes de dotarse del arma atómica, no ha podido convencer a un mundo escéptico, vistos sus excesos, para frenar a Irán en su continuado programa nuclear ni a su aventurerismo guerrerista exportador de violencia fanática en Siria, Líbano y Yemen. De poco ha valido las fotografías del presunto sitio de armamento nuclear secreto persa, supuestamente desmantelado a toda prisa entre julio y agosto, cuando Teherán supo que Israel descubrió su existencia.

Y es que el régimen de Nethanyahu no ha hecho mucho por mejorar las condiciones ni la imagen externa de su país. Al contrario, con la aplicación extraterritorial de su propia política “preventiva”, Tel Aviv ha arrojado de nuevo el guante de desafío a la cara de Irak atacando objetivos allí y dejándole poco margen de maniobra. En ese perturbador marco tuvo lugar el reciente bombardeo estadounidense –y de la “coalición” que lidera en ese país– con apoyo terrestre del ejército iraquí, a la isla Qanus en el ancestral río Tigris, en la zona de Salaheddine, provincia central al Norte de Bagdad, contra bases del “extinto” Califato Islámico (Isis), a las que dejó caer 36 toneladas de explosivos, reviste un mensaje simbólico justo la víspera del aniversario del ataque a las Torres Gemelas de Nueva York en el 2001 y subsigue a los intercambios de fuego con grupos vinculados a Al Qaeda en diversos puntos de la península arábiga (incluyendo Siria, Líbano y Yemen). Pero el recrudecimiento de la violencia no ha hecho más que comenzar y arreciará, para desgracia de los inocentes de allá y de toda la Tierra.

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