Creció en las calles de la ciudad, nunca fue a la escuela, pero aprendió a leer y a escribir, aunque con dificultad. Vive con cierto rencor hacia la sociedad porque siempre se sintió rechazado y la culpa de las oportunidades que no tuvo cuando era más pequeño, como ir a la escuela. Ya se resignó, pero nunca lo eligió.
Con la ropa sucia y zapatos que le quedan algo apretados, Luis comentó que llegó de Chiapas siendo un niño, junto a su madre, a quien acompañó toda su infancia a vender en las calles, pero que falleció por una enfermedad que ni siquiera recuerda, cuando tenía 11 años.
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Fue precisamente la calle, la que se convirtió en su “familia” y “escuela”, donde aprendió lo difícil que es la vida. Aunque tenía un tío con el que vivía, sufrió de maltrato y cada vez que podía se escapaba.
Hoy, aun siendo menor de edad, no alcanza a comprender por qué no fue a la escuela y tuvo que aprender lo poco que sabe en las calles. De alguna forma culpa, primero a su madre por no inculcarle los estudios, pero también a la sociedad, porque lo ignoran y rechazan. No sabe qué le depara el futuro, ni siquiera dónde pasará la siguiente noche. A veces va a desayunar al comedor comunitario de la Región 235, del DIF, luego reúne algo de chatarra o latas para vender y comprar droga y evadir un poco su realidad.
De acuerdo con uno de los pioneros de la ciudad, Horacio Reyes García, en muchas partes de México cada vez hay más gente de todas las edades en calles y avenidas o afuera de los supermercados.
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“Son mujeres, muchas de ellas indígenas que, por sus limitaciones, ignorancia y vulnerabilidad, son embarazadas y abandonadas a su suerte. Algunas salen y llegan a ciudades como Cancún, pero los Gobiernos y sus gobernantes no hacen nada, aunque se la pasen diciendo que van a combatir la pobreza. Todos los días vemos ese fracaso de las autoridades, reflejado en los rostros de esas mujeres, cargando a uno dos o más hijos”.
Indicó que todos los Gobiernos y hasta los ciudadanos, han sido indiferentes ante esta situación de las personas en situación de calle.
“Esos niños carecen de todo y desde su pobreza ven a otros en carros, en las plazas con juguetes, bien agarrados de la mano de la madre o del padre, crecen con resentimiento y rencor hacia todos los que no necesitan salir a pedir limosna o vender chicles y son ellos, cuando crecen, carne de cañón”, dijo.
Destacó que lo importante no es quién tiene la culpa, sino terminar con esta situación y para eso es necesario llevar a cabo un diagnóstico de todo este tema y buscar la forma de que esto, al menos disminuya.