
Tierra predilecta para todo aquel que nació en este territorio, o que por adopción ha tomado por pueblo esta cabecera que goza de centenaria autonomía. Comunidad de artesanos, de rica tradición y leyenda, de historia por develar que por sus misterios se vuelven místicos, y en la cual conjuga una visión pretérita que enamora a quien paciente escucha lo que sale de los labios de los abuelos. Pueblo ubicado en la vieja región que recibía los beneficios de aquellos cercanos a misiones y conventos donde se extendió la influencia española y cristiana tras la consolidación de la conquista. Región que levantó extensas cosechas de maíz y henequén, y que también ha sabido transformarse y ajustarse para la supervivencia que en su largo proceso ha dado identidad a su presente.
El origen de este pueblo se pierde en la densa bruma del tiempo pasado. Su raíz fue maya. Fundado por familias campesinas que se asentaron en este lugar aprovechando la fertilidad de sus tierras y el agua de los cenotes. Los montículos, las elevadas casas, son vestigios de los antiguos abuelos mayas.
El Chilam Balam de Chumayel lo refiere como Tzanlahcat, que Antonio de Mediz Bolio descifra como: “Lugar que todo suena como vasijas de barro”. Los documentos coloniales muy tempranos señalan al pueblo como Tzanlahcat. Desde la castellanización del nombre parten las investigaciones de los mayistas. Así, Domingo Martínez Paredes lo define como: “Lugar de la bellota olorosa”. Manuel Rejón García, en su obra Etimologías Mayas (1910), asocia el nombre al árbol de Tzalamcat. Alfredo Barrera Vázquez sugiere que proviene de un sonido metálico, parecido a la idea de Mediz Bolio.
En la última poca maya perteneció al cacicazgo de Hocabá, cuyo linaje es Tzab, siendo Diego Tzab su principal en 1560. Tras la conquista española, el pueblo fue encomendado a soldados de los Montejo. Sanahcat fue asignado al cruel Melchor Pacheco, y en 1599 a Francisco de Solís y Osorio.
La religión católica llegó con los misioneros franciscanos, que fundaron misión, trazaron calles y levantaron templos sobre ruinas mayas. Dedicaron el templo a la Virgen María, bajo la advocación de la Asunción. En 1681, Fray Diego López de Cogolludo nombró al pueblo Tzanlahcat la Asunción de Nuestra Señora. La imagen de la Virgen de la Asunción, aún conservada, tiene su fiesta el 15 de agosto. En el siglo XVIII contaba con una cofradía, cuyas tierras donó Francisca Cauich, con ganado, caballos y colmenas que sostenían el culto.

La iglesia es una obra centenaria, con campanario del siglo XVI y bóveda original. En el siglo XVIII se intervino su fachada, y aunque dañada por el huracán Isidoro en 2002, fue restaurada por el maestro Antonio Rodríguez Alcalá.
El movimiento de Jacinto Canek en 1762 tuvo seguidores en Sanahcat como Pedro Moo, Francisco Moo, Salvador Moo, Vicente Moo, Martín Dzul. En el siglo XIX destacó el talento artesanal de Evaristo Gamboa y Manuel Jesús Araujo, reconocidos en la muestra de Yucatán de 1880.
En 1878, el Congreso del Estado promovió que los pueblos tomaran nombres de héroes. Sanahcat eligió el apellido Terrazas, en honor al coronel Juan Terrazas, héroe de la Guerra de Castas. La medida tuvo ejecución efímera. El Palacio Municipal, con su arquería y arco triunfal, adorna la plaza principal, dotándola de señorío y nobleza. El pueblo fue elevado a municipio libre y soberano el 29 de septiembre de 1924.
Hoy cuenta con 1,741 habitantes, de los cuales 793 son maya hablantes. El territorio abarca 54.93 km², donde convergen lo maya, lo español, lo mestizo y diversas influencias culturales. Sanahcat es tierra de valientes mayas, de historia profunda, de tradición viva como sus vaquerías y gremios, y de una gente amable y sencilla, orgullosa de su pasado y esperanzada en su futuro.
JY