
El sol ya estaba alto cuando la cruz, adornada con listones de colores, fue elevada hasta lo más alto de la obra. Los albañiles miraron hacia arriba, hicieron la señal de la cruz y una voz rompió el silencio con gratitud: "ya está bendecida la chamba". Era 3 de mayo, Día de la Santa Cruz, y en la capital del estado, esta celebración no pasó desapercibida.
Desde las primeras horas del día, el maestro de la obra y los chalanes se armaron con serruchos, martillos, pinzas, alambres, clavos, tijeras y papel de china. Sobre bloques y maderas, iniciaron la elaboración de la cruz que, en la tradición católica, es símbolo de protección y bendición, especialmente en oficios de alto riesgo como la construcción.
Sobre la calle Fernando Montes de Oca, en el fraccionamiento Héroes de Chapultepec, donde se edifica un gimnasio, los hombres de la pala y el cemento interrumpieron la mezcla para colocar la cruz entre polvo y grava, y hacerle una pequeña oración, antes de subirla a lo más alto de la obra.

La comida no pudo faltar en esta fecha, popularmente conocida en México y vinculada a la religión cristiana, cuyo propósito es venerar la cruz, símbolo de la fe. Con sus camisas sudadas por el calor, improvisaron mesa y sillas con tablas y bloques, y sacaron las viandas que los patrones les obsequiaron: carnitas y refrescos.
El Día de la Santa Cruz es una tradición viva en Campeche, no solo religiosa, sino también un auténtico retrato de identidad popular. Según Juan Tec Gómez, esta fecha tiene un tinte muy especial para los albañiles, quienes colocan la cruz en lo alto de las construcciones para pedir protección y bendiciones. No obstante, reconoció que actualmente son pocos los que conservan esta costumbre, sobre todo entre las nuevas generaciones que ya no creen en ella. “Pero donde yo laboro, siempre la pongo en lo alto”, afirmó.

Así, en Campeche, el Día de la Santa Cruz se convirtió en una expresión viva de fe y agradecimiento, pero también en una fiesta del oficio, una pausa que dignifica a quienes trabajan con las manos. Es el único día del año donde la cruz es protagonista no por luto, sino por celebración.
Al concluir la jornada, las cruces seguían allí, serenas y coloridas, testigos de una tradición que resiste, que se transmite en silencio, de generación en generación, con la fe colgada en los andamios.
JGH