
Un devastador bombardeo ruso sacudió Kiev durante la madrugada del martes 17 de junio, dejando al menos 16 personas muertas, entre ellas un ciudadano estadounidense de 62 años, y destruyendo varios edificios residenciales.
El presidente de Ucrania, Volodímir Zelensky, calificó el ataque como “uno de los más horribles” desde el inicio de la invasión en 2022.
De acuerdo con el mandatario, Rusia lanzó más de 440 drones y 32 misiles sobre la capital ucraniana y otras ciudades como Odesa y Zaporizhzhia. “Fue la noche más infernal que recuerdo”, declaró una joven estudiante a la agencia AFP.
Las explosiones resonaron durante horas, obligando a decenas de personas a refugiarse en estaciones del metro, algunas de ellas acompañadas por sus mascotas.

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El Ministerio de Defensa ruso justificó el ataque señalando que iba dirigido contra “instalaciones de la industria militar”, aunque el ministro del Interior ucraniano, Igor Klimenko, reportó que 27 puntos de la ciudad fueron impactados, incluidos viviendas, escuelas e infraestructura crítica.
En paralelo, el diálogo de paz entre Kiev y Moscú sigue estancado. Ucrania insiste en una tregua con respaldo internacional, mientras que el Kremlin exige condiciones consideradas “ultimátums” por el gobierno ucraniano.
El presidente Zelensky también lamentó la cancelación de una reunión programada con Donald Trump durante la Cumbre del G7 en Canadá, donde esperaba discutir la compra de armamento. Trump interrumpió su participación en el evento debido a la crisis en Medio Oriente.
El bombardeo ha intensificado las críticas internacionales contra Moscú y renovado el llamado de Kiev a sus aliados para fortalecer el sistema de defensa aérea. Mientras tanto, las búsquedas entre los escombros continúan, con la esperanza de encontrar sobrevivientes.
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