En diciembre, Laure, una mujer de origen francés, cumplirá un año en el Aeropuerto Internacional de Cancún. Ella ha contado múltiples versiones de por qué está varada; sin embargo, lo que sí se sabe con certeza es que su pasaporte está vencido, situación que la mantiene atrapada en el recinto aeroportuario. Y cómo va la cosa, parece que pasará un buen rato más en el sitio.
De acuerdo con trabajadores del aeropuerto, el caso de Laure es particularmente singular, pues su comportamiento refleja un estado constante de paranoia. Quienes la han observado señalan que la mujer evita el contacto con desconocidos y se mantiene en movimiento alrededor de la Terminal 2, siempre atenta y cautelosa ante la presencia de cualquier persona.
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Laure ha compartido dos versiones sobre el motivo que le impide regresar a su país. En una afirma temer por su vida debido a que habría sido víctima de una red de trata, mientras que en otra asegura que escapó de su esposo, quien según su versión, podría hacerle daño.
A veces dice ser estadounidense de origen francés, y en otras ocasiones menciona que es francesa y que vivía en Estados Unidos.
Aunque domina el inglés, rara vez interactúa con la gente. Cuando alguien se le acerca, procura alejarse discretamente y continúa su recorrido por los alrededores del área pública de la terminal.
Personal de seguridad comenta que su alimentación depende en ocasiones de lo que otras personas le ofrecen, incluidos algunos trabajadores que, cuando pueden, le comparten comida.
En comparación con los primeros meses, ahora se le nota más delgada y retraída. La mujer que al inicio se veía con intención de resolver su situación y salir del aeropuerto ha dado paso a otra más temerosa, reservada y visiblemente afectada por el desgaste físico y emocional de su permanencia prolongada.
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A pesar de su evidente necesidad de apoyo, aún no ha recibido la asistencia necesaria para gestionar su retorno a alguno de los dos países con los que dice tener vínculo. Su situación se mantiene en un limbo burocrático y personal que prolonga su estancia sin una solución cercana.
Mientras tanto, la Terminal 2 se ha convertido en su hogar, donde ve todos los días el mismo paisaje, las mismas bancas, la misma rutina.
