
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, cumplió con su derecho cívico en la casilla instalada dentro del Antiguo Palacio del Arzobispado, a escasos metros de Palacio Nacional. La mandataria tardó 12 minutos en completar el trámite: recorrió la fila, revisó cuidadosamente la boleta múltiple y, al finalizar, mostró el pulgar impregnado de tinta indeleble mientras simpatizantes coreaban “¡presidenta, presidenta!”.
Sin emitir declaraciones, saludó brevemente al personal del Instituto Nacional Electoral y se dirigió de inmediato a la puerta de Moneda para ingresar a su residencia oficial.
Apenas dentro del recinto, Sheinbaum abordó el convoy que la trasladará al aeropuerto rumbo a Acapulco, donde encabezará, a las 12:15 h, la ceremonia central del Día de la Marina Nacional.
La jefa del Ejecutivo había adelantado que votaría temprano para poder llegar sin contratiempos al puerto guerrerense —un gesto que, según su equipo, subraya la normalidad del país durante esta jornada inédita.

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El tiempo que la presidenta dedicó a su sufragio confirma sus propias advertencias: días atrás advirtió que cada ciudadano necesitaría varios minutos extra para marcar las cinco boletas que definen ministrías, magistraturas y juzgados federales.
El contexto suma un componente simbólico. Mañana se cumple un año de su victoria en las urnas; Sheinbaum insinuó esta semana que “la mejor celebración” sería precisamente concretar la elección judicial, motivo por el cual descartó cualquier festejo masivo.

El mensaje refuerza la narrativa de que la reforma al Poder Judicial constituye la pieza central de su proyecto de transformación.
Antes de iniciar veda, la mandataria había llamado a una “participación masiva” para legitimar a los nuevos impartidores de justicia y romper con la opacidad que, a su juicio, dominaba los nombramientos internos.
Con la casilla del Centro Histórico operando con normalidad y sin reportes de incidentes relevantes, la escena de la presidenta —pulgar arriba, entre vítores y sin discursos— se convirtió en la postal matutina de un domingo que redefine la relación entre ciudadanía y tribunales.

El resto de la jornada quedará en manos del padrón de 99.7 millones de votantes que, como ella, decidirán si la apuesta por elegir a jueces y magistrados en las urnas se convierte en un hito democrático o en un experimento por calibrar.
IO