
La Tierra del Mayab es el hogar de una amplia variedad de árboles frutales, algunos no conocidos en otras regiones del país, ni comercializados en mercados internacionales. A pesar de esto, representan una fuente de alimento para las comunidades originarias, las que los han sometido a procesos de domesticación en huertos de traspatios.
La competencia con frutos convencionales como la pitahaya (de gran valor comercial), originaria de zonas tropicales de los estados de Guerrero, Puebla, Quintana Roo, Tabasco y Yucatán, el kiwi y el carambolo (frutos importados), por mencionar algunos ejemplos, pone en jaque a otros frutales menos populares, que son nativos de la región.
La amplia oferta de frutos exóticos, la falta de interés en cultivar especies de gran relevancia para las comunidades mayas pero sin buen valor comercial, y la pérdida de hábitat, son factores que se conjugan y amenazan la permanencia de los frutales mayas. A continuación se presentan tres especies que podrían desaparecer ante esta serie de amenazas.

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Bonete
También conocido como k’umché, es un árbol con tronco cónico que posee un fruto tipo baya. Para su consumo deben seleccionarse los frutos más tiernos, los cuales se consumen rebanados, con agua fresca o incluso como botana, a la que se recomienda añadir sal, limón y chile en polvo para tener una mejor experiencia culinaria.
Kanisté
Se trata de un árbol que no supera los ocho metros de altura. Su tronco tiene una forma recta y sus frutos poseen una forma ovoide, de cáscara delgada y un color amarillento, similar al del mango. En el centro se encuentran las semillas, que suelen ser de tres a cinco. Su pulpa es amarilla, y se dice que el sabor es dulce, similar al de un camote horneado.

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Nance
Nombrado en lengua maya como saj pak, es un árbol o arbusto de tamaño pequeño que puede alcanzar una altura de entre seis a siete metros. Posee una abundante carne agridulce, que rodea un hueso grande y duro. Cuenta con semillas de color blanco, que son rodeadas por una testa delgada y morena.