
Por años, los apicultores y defensores del medio ambiente han lanzado alertas sobre la muerte silenciosa de las abejas en la Península. Hoy, el Gobierno federal reconoce que el riesgo es real.
La titular de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), Alicia Bárcena, admitió esta semana que ya se investigan los efectos de los plaguicidas utilizados en cultivos de Yucatán, Campeche y Quintana Roo, especialmente en zonas donde habitan especies nativas de abejas, como la melipona.
El pronunciamiento no es menor: por primera vez desde el Gobierno federal se señala con claridad que prácticas agrícolas dañinas —como el uso de agroquímicos prohibidos y el cultivo extensivo de transgénicos— están atentando contra los polinizadores y el equilibrio ecológico de toda la región.
Fue justamente en Yucatán donde se encendieron las alarmas. En el ejido de Nohalal del municipio de Tekax, en el Sur del estado, ocurrió recientemente uno de los ecocidios más graves en la historia de la apicultura local: más de tres millones de abejas murieron en cuestión de horas.
Como informó PorEsto!, el Colegio de la Frontera Sur (Ecosur), que realizó una investigación en campo, concluyó que la causa fue una intoxicación aguda provocada por agroquímicos esparcidos desde una plantación de limón. El veneno fue aplicado con drones y, tras un análisis del viento, los especialistas determinaron que la nube tóxica se desplazó desde el norte de los apiarios hasta alcanzar un radio de más de un kilómetro, impactando un área de al menos 340 hectáreas.

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Al menos 300 colmenas fueron destruidas en el evento, lo que dejó sin cosecha de miel 2025 a más de diez familias apicultoras. En entrevista, Eliseo Chan Gómez, productor afectado, declaró con impotencia: “Fue como si fumigaran el alma del campo. Todo el trabajo se perdió. No hay miel, no hay ingreso, no hay futuro”.
Ecosur también documentó evidencias sobre el uso de drones para la fumigación aérea, una técnica cada vez más común en plantaciones industriales. Apicultores señalaron directamente a la empresa Granos y Vegetales de Yucatán, a la que vinculan con las labores de aspersión química realizadas en el ejido vecino de San Rufino. Versiones de trabajadores de la zona —que pidieron el anonimato— aseguraron que los limones fueron recolectados de forma anticipada para evitar que se contaminaran con el mismo tóxico que mató a las abejas.
Investigación a fondo
Para la Semarnat, este caso es mucho más que un accidente: es un síntoma de una crisis estructural.
“No podemos seguir permitiendo este tipo de prácticas. En zonas como Yucatán, las abejas son parte esencial del ecosistema y del modo de vida de las comunidades mayas. El uso de plaguicidas nocivos y cultivos como la soya transgénica están devastando a los polinizadores”, señaló Bárcena, al tiempo que reconocía que ciertas comunidades, en particular los menonitas, han sido identificadas como actores clave en la expansión de este modelo agrícola agresivo y destructivo.
De acuerdo con la funcionaria, la Semarnat ya colabora con el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático para analizar con precisión qué sustancias están provocando la mortandad de abejas y qué impactos a largo plazo podrían generar en el medio ambiente y la salud humana. También se estudian los patrones de cultivo en regiones habitadas por especies de abejas nativas, con miras a establecer zonas de protección ecológica.

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Apuntan a menonitas
El problema, sin embargo, no es nuevo. En Campeche, estudios realizados desde hace años ya documentaban la presencia de glifosato —un herbicida altamente cuestionado a nivel mundial— en zonas menonitas del municipio de Hopelchén. Ahí, la expansión de cultivos de soya transgénica fue acompañada por una creciente deforestación: más de 38 mil hectáreas de selva desaparecieron sólo en 2013. Hoy, esas mismas prácticas se extienden hacia el Sur de Yucatán.
“Los menonitas en Yucatán son un problema gravísimo ambiental. Traen maíz y soya transgénica, aplican plaguicidas que deberían estar prohibidos y encima deforestan reservas protegidas”, afirmó Bárcena, haciendo alusión a los recientes operativos de Profepa por tala ilegal en zonas como Bala’an K’aax y la Reserva Biocultural del Puuc.
Ante este panorama, la Secretaria hizo un llamado urgente a los ejidatarios y campesinos de la región para que no vendan sus tierras a las comunidades menonitas, ya que los monocultivos que introducen, junto con el uso de agroquímicos prohibidos, están afectando severamente al medio ambiente.
Mientras la Semarnat promete regulaciones más estrictas y estudios científicos, en el campo la realidad es otra. Las abejas siguen muriendo, la selva sigue cayendo y la producción de miel —una de las más importantes del país— corre el riesgo de colapsar.