
La actividad ganadera de Yucatán atraviesa un momento complicado luego de que el Gobierno federal impusiera restricciones a la movilización de ganado en siete estados del Sur-Sureste del país, como medida para contener la expansión del gusano barrenador del ganado (Cochliomyia hominivorax).
La disposición, emitida por la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader) a través del Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica), establece que el ganado bovino, ovino y caprino no podrá salir de Yucatán hacia otras regiones del país, salvo cuando se dirija directamente a corrales de engorda certificados.
Si bien la decisión busca proteger la sanidad animal en otras zonas, ganaderos yucatecos han expresado inquietud por los efectos económicos que esto podría acarrear. Yucatán es uno de los principales productores de carne y leche del Sureste, y una parte importante del hato se comercializa fuera de la región. Con esta medida, los canales de distribución se ven limitados, lo que puede derivar en reducción de ingresos, sobreoferta local e incluso pérdida de empleos en el sector.

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Según cifras oficiales, el valor del inventario ganadero del estado supera los 8 mil 900 millones de pesos, mientras que el costo de producción anual ronda los 5 mil millones. Ante la nueva normativa, se teme que estos indicadores sufran una caída si las restricciones se prolongan o si el brote se intensifica.
Casos bajo vigilancia
Hasta el momento, Yucatán registra cinco casos confirmados de gusano barrenador en animales: tres en el municipio de Tzucacab, uno en Halachó y otro más en Mérida. Las autoridades estatales han indicado que la situación se encuentra bajo control gracias a una estrategia de detección temprana y atención sanitaria, en coordinación con instancias federales.
No obstante, también se reportan ocho casos en estudio, lo que mantiene en alerta a las unidades de producción pecuaria y a los órganos de vigilancia sanitaria. Los municipios con presencia del parásito han recibido atención focalizada, además de revisiones periódicas en puntos de verificación fitozoosanitaria ubicados en Maxcanú, Halachó, Santa Elena, Peto, Chemax, Tizimín y Tixcacalcupul.
Plaga avanza en el Sureste
Aunque Yucatán no figura entre los estados con mayor incidencia, la propagación del gusano barrenador en el Sureste mexicano ha sido rápida. Chiapas concentra casi el 60 por ciento de los más de mil 400 casos registrados a nivel nacional, seguido de Tabasco, donde se han reportado cerca de 400. Campeche también presenta una proporción significativa, mientras que Quintana Roo, Veracruz y Oaxaca mantienen niveles bajos pero monitoreados.
El primer brote fue detectado a finales de 2023 en Chiapas, muchos meses antes a las previsiones. Desde entonces, las autoridades han intensificado la vigilancia para evitar que la plaga llegue a zonas del Centro y Norte del país, donde aún no se han registrado casos.

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Como parte del plan de contención, el Senasica ha dividido al país en tres zonas: “Afectada”, “Buffer” (zona de amortiguamiento) y “Libre”. Yucatán se encuentra dentro de la zona afectada, junto con otros seis estados del Sur. Las entidades catalogadas como libres son Sonora, Nuevo León y Chihuahua; tienen prohibido recibir animales de la zona afectada, salvo bajo estrictas condiciones sanitarias.
Mientras tanto, las acciones de prevención continúan en el estado. La liberación de moscas estériles, tratamiento de animales heridos y campañas informativas entre los ganaderos forman parte de la estrategia para evitar la propagación del gusano barrenador, un parásito que puede causar miasis severas, pérdidas económicas e incluso la muerte del ganado.
Sector ganadero pide apoyo
Productores y organizaciones ganaderas de Yucatán han comenzado a solicitar apoyos financieros y medidas compensatorias para enfrentar las consecuencias de la restricción federal. Además de la comercialización limitada, también preocupa el posible estigma sanitario que pueda afectar la confianza del mercado en la producción regional.
Para muchos productores, el temor no sólo es por los casos actuales, sino por el tiempo que pueda durar esta contingencia. La permanencia prolongada de la plaga o el endurecimiento de las restricciones podrían poner en jaque a toda una cadena productiva que incluye no sólo a ganaderos, sino también a transportistas, procesadoras de carne, comercializadores y consumidores finales.